quinta-feira, setembro 25, 2008

Hidrofobias contemporáneas

Ante la imparable lluvia de palabras y para no dejarme vencer una vez más por el marasmo, declaré abierta la cacería de patos oníricos.

El primer pato fue visto el pasado domingo en las escaleras eléctricas del Mall del Sol alrededor de las 15:30. Se presume que se dirigía a Mr. Books para aprovisionarse de literatura subversiva. En su ala derecha cargaba un maletín plateado y no usaba sombrero. En estas circunstancias se procedió a darle muerte con un bucket de camarones apanados. El ataque fue por la espalda, así que el pato recibió una muerte sorpresiva y placentera.

En similares circunstancias fue interceptado otro pato en el C.C. Unicentro el día lunes 15 alrededor de las 11:00. Este palmípedo se hallaba acompañado por su compinche, el barquito de plástico. Para evitar otra muerte innecesaria, se decidió ahuyentar al barquito reproduciendo con mi celular la conocida canción My heart will go on on de Celine Dion. A los pocos segundos el barquito zarpó velozmente dejando solo al infame pato, permitiendo su ejecución con una salchicha Frankfurt.

Después de tres días de búsqueda, el tercer pato fue hallado libando en el bar salsoteca “Son Cubano” ubicado en las calles 19 y la H. A diferencia de los anteriores, este pato sí se encontraba armado y protegido por su séquito de palmeras artificiales y calefones. De alguna manera, el pato se había enterado de mi presencia y había dispuesto que se prohíba mi entrada, así que tuve la idea de dar una falsa alarma de bomba. Fingiendo un acento venezolano hice la llamada insidiosa que alertó a los empleados del bar, quienes exhortaron a sus clientes para que salgan inmediatamente. El asqueroso pato, reconocido por su cobardía y amarillez, salió despavorido aleteando por la calle, donde aproveché para verter sobre él un vaso de avena polaca, provocando así su muerte instantánea.

Por último, esta mañana encontré al pato en jefe caminando en el centro de la ciudad. Al parecer el ave maligna percibió mi presencia antes que yo, pues en un momento comprobé que el pato se dirigía a mí, acercándome velozmente su asqueroso pico. Pude ver que cargaba maíz y otros artefactos bélicos, lo cual me hizo pensar en la inminente necesidad de una aniquilación apocalíptica. Encontré en el camino una bola de canguil acaramelado, que la despreciable ave esquivó socarronamente. Pensé en morocho, pero el pato se precipitó primero sobre la carretilla y me aventó sus panes venenosos que afortunadamente no me tocaron. Me sentí en obvia desventaja: este pato no estaba dispuesto a morir y conocía todas las artes de defensa posible. Mientras buscaba la leche condensada en mi mochila, una vecina del sector tuvo la gentileza de echar una lavacara con agua de conchas y camarones que mojaron las patas del pato y las derritió en un efecto que aún a mí me conmovió a pesar de la repulsión que sentía contra tan vil animal imaginario.

Pero el pato en jefe no murió. Vi cómo sus patas se deshicieron pero, cuando esperaba verlo morir desangrado, apareció una gentil fotógrafa obesa española quien sintió compasión de tan desventurado ser y lo guardó en su estuche negro de todas las cosas donde se lo llevó para efectuarle alguna curación que seguro le proporcionará patas nuevas de polietileno y una renovación más bizarra de su maldad.

2 comentários:

Anita disse...

como hago para comunicarme contigo....como....hay tanto que se puede hablar ...

Gui disse...

pues escribe, no?